martes, 17 de julio de 2012

TOMÁS OCHOA


Tomas Ochoa










Inserto en el ‘Laberinto de la soledad’, de Octavio Paz, el artista cuencano Tomás Ochoa entrevió una salida para las problemáticas que anidaban en sus laberintos interiores o que se gestaban en las crisis de su mundo exterior. En el libro, el escritor mexicano recuerda que una vez oyó un ruido en la habitación vecina y preguntó: “¿Quién anda ahí?”, y la voz de una criada contestó: “No es nadie, señor, soy yo”. Desde esa respuesta, Ochoa se planteó una serie de reflexiones que se entrecruzan con la historia de América, el mestizaje y la identidad, las formas de representación y las relaciones de poder, la exclusión y los discursos dominantes. Estas reflexiones se tornaron en temas de su propuesta artística, cuya antología se exhibe en tres pabellones del Centro de Arte Contemporáneo, en la muestra ‘Relatos transversales’. En la rica arquitectura del antiguo Hospital Militar se expone la obra que encierra una década de la producción de Ochoa. Una década también definitoria para el arte contemporáneo ecuatoriano, pues entabló un diálogo con un momento histórico signado por crisis económicas y de gobernabilidad, por flujos migratorios y descomposiciones sociales. La crisis socioeconómica que golpeó al Ecuador a finales de los 90 fue un remezón para las propuestas creativas de Ochoa; desde entonces sus piezas se armaron con una base conceptual mucho más argumentada. Si bien antes ya propuso la relación entre el individuo y la animalidad, esta cobra mayor intensidad en cuanto el artista profundiza su tratamiento de la exclusión y la identidad. Asimismo su trajinar con la pintura matérica, de línea informalista, halla nuevas correspondencias en esta etapa; sigue usando los sepias y ocres o evocando la piedra, mientras se refiere y trata al sujeto excluido. La palabra también es elemento ponderante en la propuesta de Ochoa (acaso pesan sus estudios en Lengua y Literatura), pues potencia las tensiones de lo expresado en la imagen. De 1999 es Devenir animal, una obra que para Ochoa supuso un acercamiento personal con los jornaleros que se reunían en la plaza San Francisco de Cuenca. Ochoa entró en contacto con esos sujetos, la comprensión de esas realidades hicieron que el artista retrate a los hombres y los relacione con cuyes (si los animales van al sacrificio, los jornaleros van al trabajo precario). De esos años es también el díptico América o el mosaico Máquinas de guerra, en donde el artista se apropió de la iconografía colonial y de los grabados de la época, para cuestionar las formas de representación de la historia, según los poderes dominantes; a la vez que amplía su sentido al tratar la hegemonía de la banca y el contexto social de la crisis. Algunos motivos fueron retomados por el artista en el 2008 para la instalación ‘Indios medievales’, pero aquí y a modo de palimpsesto, se toman cortes de la historia y se reflejan con otros referentes a la experiencia migratoria. El trabajo de Ochoa y su comprensión del arte contemporáneo hacen que él descubra nuevos valores en referentes pasados (sea más un revelador, que un creador) y se sirva de diversos medios (practica la fotografía, la pintura, el video, la instalación) para que su mensaje político no pierda contundencia, ni se confunda con mera y paternalista denuncia (estética y crítica construyen sus piezas y proponen un diálogo desde ellas, con el espectador). Y así como se propone subvertir la historia mediante un juego de representaciones; busca reflexionar sobre las dinámicas extractivistas, que mellan al individuo y a su territorio. La minería dinamita tierras y hombres bajo la idea del progreso; así se muestra en Cineraria (2010) y SadCo (2001), donde Tomás Ochoa repasa la explotación minera en Portovelo, en donde se asume, desde la representación visual, la extracción de riquezas a costo de vidas. Una línea interesante a explorar tomando en cuenta las relaciones que otros artistas (Pablo Cardoso, por citar uno) han extendido desde el arte contemporáneo (y su continuo accionar político) hacia cuestiones ambientales. Y si la minería menoscabó al obrero explotado, Ochoa también tomó las misiones científicas y religiosas, para tratar las relaciones de colonialidad y racismo que incidieron sobre el hombre en sus espacios. Así lo hace en Pecados originales, serie del 2011. Lo expuesto en el CAC, con la curaduría de María Fernanda Cartagena, es un recorrido por la obra de Tomás Ochoa, un artista que se alejó del país y se radicó en Suiza, como quien busca distanciarse para comprender el paisaje en su totalidad; sin embargo, Ochoa también se acerca para cuestionarlo y, así, soltarle los laberintos de sus reflexiones, sus ‘Relatos transversales’.

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